martes, 3 de junio de 2008

Nueva piel



Rodrigo sacó una bolsa repleta de mariguana, mientras tomábamos de la misma caguama él preparaba los cigarrillos, me preguntó que si me gustaban los Smiths...

-No los he escuchado, ¿que tocan?, pregunté con mucho interés.
-No mames, te los voy a poner! me dijo regalándome una hermosa sonrisa de gusto.

Todo en él era hermoso, siempre le gustó enseñarme cosas nuevas.
De la mesita tomó un CD, sacó el disco y me extendió la caratula
"The Queen Is Dead" by The Smiths
Cemetery Gates comenzó a sonar...

Nos fundimos en un beso.
Sentí su lengua moviéndose lentamente dentro de mi boca y sus manos acaricandome el cabello, él era de las personas que cierran los ojos al besar, yo también pero no pude evitar el deseo de abrir los ojos para ver su rostro cerca de mi.
Cuando más caliente comenzaba a sentirme, me aparto suavemente dejándome un exquisito sabor en los labios, prendió dos cigarros a la vez, me ofrecio uno de ellos y se levantó del sillón.
No pude dejar de ver sus desaliñados jeans, sus pies descalzos y su torso desnudo mientras caminaba, el cabello rubio le caía por la espalda, era un poco más corto que el mío.
Regresó con una maquina para hacer tatuajes en la mano, se hinco en el sillón y sonrió nuevamente.

-Quítate la camisa y voltéate - dijó con una voz tan dulce que ocultaba perfectamente la orden que me daba.

Lo obedecí sin demorarme, con un movimiento me saqué la playera y se la aventé en la cara.
Sabía que reiría, su risa me enloquecía.
Recogió mi cabello con una mano y me besó la nuca, pasó sus manos por encima de mis hombros, en una mano llevaba un par de guantes de látex, sin dejar de abrazarme se los enfundó, acarició mi cara con ambas manos al regresarlas a mi espalda.
El sonido del motor de la máquina inundó la habitación, sentí un fuerte dolor en el la parte superior de la espalda mientras la mano de Rodrigo deslizaba sin titubear las agujas que se hundían en mi carne. Al principio el dolor fue intenso pero gradualmente disminuía, yo lo disfrutaba de igual manera pero más me excitaba que fuera él quien trabajaba en mi espalda.

-Tienes una buena piel para tatuar, casi no te sale sangre, me dijo al oído mientras con un paño húmedo limpiaba el exceso de fluidos y tinta.

Después de quince minutos comencé a sentirme mareado, sentía las gotas de sudor frío escurriendo por mi frente, mi piel se hipersensibilizo y de pronto el dolor me pareció insoportable, la cabeza me comenzaba a dar vueltas y la vista se me oscureció, seguramente era debido a la mezcla repentina de la droga y el alcohol en mi cuerpo aunado a la excitación y el dolor físico.
Él se dio cuenta de mi malestar, apagó la máquina y se levantó de frente a mi.

-Ve al baño a mojarte la cara, no te preocupes, no pasa nada. Me pidió mientras me acariciaba la frente y sonreía.

Le regresé la sonrisa tratando de aparentar un bienestar que estaba lejos de sentir.
Con trabajos llegué al baño, me paré de frente al espejo, miré mi rostro lleno de sudor y abrí la llave del lavamanos.
Junté toda el agua que me fue posible con las manos juntas y la aventé hacia mi cara.
Me desmaye.

Abrí los ojos recostado boca arriba sobre el sofá, noté que mi ropa estaba tirada en el suelo, me encontraba totalmente desnudo. Sentí un alivio al comprobar que el malestar había desaparecido.
Levanté mi torso apoyándome sobre los codos al momento en que Rodrigo regresó a la habitación.

-Te sientes mejor? Preguntó, su rostro reflejaba tranquilidad.
-Sí, gracias. Le respondí con cierta pena.
-No paso nada, te desmayaste en el baño, te traje al sofá, te puse cómodo y te termine el tatuaje, después te dejé descansar. Afirmo con una gran sonrisa en el rostro.
-Me desmaye? Cuanto tiempo estuve inconsciente? Me terminaste ya el tatuaje? Comencé a bombardearlo de preguntas.

Por respuesta se acomodó en el descansa brazos del sofá a la altura de mi cara, aflojó su cinturón, desabotonó su pantalón y bajó lentamente su cierre sin dejar de verme a los ojos.

-Voy a hacer que te sientas mejor, sonrió mientras introducía su verga erecta dentro de mi boca.

domingo, 1 de junio de 2008

Perversión


Ella lo esperaba, habían acordado que hoy sería el turno de él. Poco a poco el papel dominante le era más natural. El no se atrevería a llegar tarde o lo haría a propósito para ser castigado, doler a manos de ella era el placer más grande que había experimentado, nada lo reemplazaba, por más que buscara consuelo no lo hallaría en las drogas, el alcohol, el juego, otras mujeres e inclusive otros hombres. El se sentía complacido de haber encontrado su lugar en el mundo - al lado de ella -.

Ella lo encontró a él de igual forma, cuando sentía que desfayecía de frustación, él vino a llenarle la boca de miel y los ojos de luz. Se veían una vez por semana a la misma hora sin un minuto más sin un minuto menos, alternándose en dos diferentes hoteles, acomodando las necesidades de cada uno. Hoy ella llevaría su maletín con el material para él, cuerdas de distintos materiales, cadenas, mordazas de piel, dildos, látigos entre otras cosas, su vestuario el mismo de siempre. corset negro, liguero, zapatos de plataforma color rojo, antifaz de piel y guantes hasta los codos.

El vendría, llegaría tarde por unos minutos, ella sin abrir la boca lo esperaría sentada con el látigo en la mano, él se desnudaría con la cabeza baja, la sesión transcurriría fluída con la cooperación de él. El cuerpo de ella respondía en pequeñas convulsiones al verle, tan indefenso, tan vulnerable y tan de ella. El era suyo en todos los planos de la existencia, al contrario de lo que muchos pensarían, entre más cerca ella lo sentía un paz la inundaba. Era un sentimiento de pertenencia, de hacer lo correcto y de disfrutar de la vida y del dolor. Ella respiraba profundo y lo mandaba a casa con varios moretes y quemaduras de soga, sin siquiera decirle adiós, sin siquiera mirarle.

El se sentía un hombre afortunado y llevaba sus cicatrices orgulloso en su interior, él las
escondería del ojo de su esposa, evitaría que le viese desnudo por algunos días y harían el amor en la penumbra. El era dos personas en una, no es relevante el saber por que seguía viviendo con ella y por que compartía su cama con ella.

Ella regresaría a casa con la cabeza en otro lado, pensando que la vida cotidiana es un mal sueño del que algún día despertaría...

Mismo día misma hora, ella si llegó temprano temiendo el castigo que él le daría, la última vez que aunque deliciosa, después de ella no había logrado concentrarse en varios días, está vez ella buscó un poco de control. Sin embargo, él ya la esperaba y la castigo como si hubiese llegado tarde, deliciosas oleadas de dolor le recorrían el cuerpo, sus muñecas se sentían estallar al roce de las cuerdas, su boca abierta a lo que daba (gracias al instrumento de ortodoncista), era campo abierto para que él hiciera de ella lo que él quisiera, por su boca pasaron el mango del látigo, varios dildos, su pene, sus dedos y varias cosas más que él fue encontrando en el camino. Ella, desde hace tiempo dejo de contar sus órgasmos, no tenía caso hacerlo, ella misma ya no sabía si eran varios o era un gran orgasmo andante.

Regresaría a casa, vestiría mangas largas y cuellos altos, no se dejaría ver por su marido y sólo pensaría en él. Meses de encuentros, meses de amor y dolor, meses de obsesión compartida.

No había llamadas intermedias, sólo encuentros y aún frente a frente no eran necesarias las palabras, ni siquiera las de seguridad ambos se conocían tan bien que no eran necesarias, ella jamás haría algo que le molestara, él ni siquiera podía pensarlo, compartían códigos, miradas, se hablaban con un lenguaje que ellos conocían.

Sin embargo, un día sin previo aviso él abrió la boca
y dijo:

- Tengo una fantasia que deseo me cumplas

Ella lo miró fijamente a los ojos, tratando de buscar el significado a sus palabras...silencio...ella sólo asintio suavemente con la cabeza

El tomó valor y dijo:

- Quiero hacerte el amor

Sus palabras resonaron en la habitación con la fuerza de una arma de fuego.

- ¿Me entiendes cuando te digo hacerte el amor?

ella todavía confundida le preguntó:

- ¿Cómo?
espero un segundo

- ¡¡¡¿Quieres hacerme el amor de misionero?!!!

Sus ojos se abrieron como platos sin dar crédito a lo que acababa de oír, desconcertada, indignada y casi furiosa... sólo atinó a decir:

- ¡¡¡¡Eres un perverso!!!




Foto: Carlo Poblete

martes, 6 de mayo de 2008

Nací el día en el que te conocí


Nací el día en el que te conocí,
madrugada tersa de espinas,
respiraba con el aire dividido por las nubes.

Amaneciste en mi piel de oveja tierna,
diste sentido a lo que llevaba en el cofre del corazón.

Los perros aullaron lamentándose de mi destino.

Desperté en bocanadas de olas inmensas,
capaz de mantenerme a flote,
has abierto puertas y ventanas de mi cuerpo;
en ese entonces sumergido por el ansia.

Abrigada en tu sombra crecí con la caricia de tu voz.

Queda de por demás decir que fui-soy-seré feliz
oliendo tu deseo de animal hambriento.

La carne desde entonces se estremece al pensarte,
lo has visto con tus propios ojos de luna,
mis alas se expandieron deseando convertirse en las de Ícaro,
me transformo como cualquier otra criatura terrestre,
sin embargo no pertenezco,
soy de las sombras,
soy de la cálida niebla que cae en tus mejillas.

¿Te preguntas por mí?
cuando lo único que puedo hacer es mirar los líquidos fluir,
ante mis ojos te conviertes en aquel,
quién, desde el principio de los tiempos he amado.

Reviento de adentro hacia adentro,
te sueño internado en mis entrañas,
sabiendo que no hay camino de regreso,
sin embargo, en cuanto más me entrego,
te siento dar pasos hacia atrás,
¿que acaso no tienes responsabilidad?,
¿qué acaso el amo deja morir de hambre a su esclavo?

Tal parece que eso es mi destino;
morir de hambre,
morir por el deseo de tu tacto,
que lo llevo clavado en la psique.

Nací con tu dolor en el corazón,
nací con tu mirada tatuada en los poros,
desde el principio de la historia,
desde que fui espora, desde que fui semilla soy para ti,
navego a la deriva,
sin que el viento se compadezca de mi obscuro camino,
esto es el tiempo,
este es el espacio en el que grito tu nombre en mar abierto,
ahora puedo ver,
ahora puedo sentir,
ahora mi cuerpo se llena de aquello a lo que los mortales llaman dolor,
es fácil decirlo,
más aún, sufrirlo en carne viva.

Ahora has abierto tus manos,
me has dejado libre,
sin saber cazar para proveerme,
¿Qué no sabes que mi único alimento viene de tu boca?,
no me importa que este día hayas dicho lo contrario.

Al final no hay final
y daremos vueltas eternamente en el laberinto del deseo,
aunque no lo quieras oír,
me lo han dicho los dioses;
ellos que se visten de oro y turquesa,
ellos que llevan caracoles en los pezones

domingo, 27 de abril de 2008

Capítulo 3, Episodio 3. Final


Lo sentía, el fin estaba cerca, la sangre que corría lentamente por mis venas lo presentía, un sentimiento de falso alivio paseaba por mi mente, cuando pensaba en que no tendría que vivir así por siempre, "este penar habría de tener algún desenlace" inocentemente me repetía a mi misma. Vivir sin él era más de lo imagine. ¡Es insoportable!, me consumía su ausencia por dentro, me quemaba como hierro candente, no hay escapatoria, ahora pienso que ni la muerte me podría dar la paz. ¡Estoy condenada¡, penaré por la eternidad.

Olvidaba las cosas con frecuencia, perdí varios contratos de trabajo, pasaba por alto mensajes y recordatorios de mi secretaria. Me iba desvaneciendo poco a poco sin importarme lo que sería de mí, lo único que deseaba era verme en sus brazos por siempre, deseaba volver a nacer y verle a los ojos. Estaba rota y sólo él habría de unirme de nuevo, si ese fuese mi destino.

Nunca tomé el viaje con mi esposo, sin darme cuenta el renunció a mí, con facilidad, si puedo decirlo. No lo culpo soy como una piedra, no tengo alma desde entonces. Cuando Samuel me llamaba mamá lo oía a la distancia sin ser consciente de estar involucrada con el pequeño. Simplemente ellos se fueron, junto con mis amigos y todas las personas con las que alguna vez tuve una relación. ¿Quién soy?, un cuerpo vacío, un cuerpo silencioso, un cuerpo en espera, las tinieblas me devoran.

Desde entonces ya no finjo, ¿para qué? Es más fácil ahora que no pretendo estar donde no lo estoy. Como poco, duermo poco, sólo espero a que él mande por mí, espero el momento de vivir por siempre en su pecho.

Al principio recuerdo, en medio de mi confusión, fue difícil ver alejarse a mi familia, sin embargo, inevitable, ya no era quienes ellos necesitaban, me había convertido en un animal, con el sólo instinto de él, me fui quedando sola, así tenía que ser, no había espacio para negociaciones, no podía darle a los demás lo que me pedían, no puedo darle nada a nadie, no tengo nada, le pertenezco sólo a él, soy por él y para él, nadie existe, nada existe, sólo su deseo.

No es la primera vez que pierdo el sentido del tiempo floto entre la luz y la obscuridad, pasan los días sin que arranque las hojas del calendario... Sin embargo, sé que el fin está cerca. Vivo acurrucada junto al teléfono. He dejado de usar ropa, así es como quiero vivir desde ahora, que nada separe mi piel de su tacto, de su mirada, de su fuete, de sus cuerdas, de su lengua, de sus labios, sus látigos, sus cadenas, de sus ganas, de él, nada entre nosotros.

Lo último que recuerdo es ver mis pies descalzos, mi cuerpo desnudo inusualmente ligero, camino por un sendero sinuoso parecido al de mis pesadillas, sin embargo no tengo miedo, camino sin pudor, él me espera al final del sendero, mis ojos sólo pueden ver sus ojos, parpadeo con temor a perder un instante de su visión, él está ahí, él es para mí, llegó liviana ante su presencia, él me mira sin decir nada caigo a sus pies, exhausta, ¡lo he logrado! ya no despertaré.

lunes, 21 de abril de 2008

Capítulo 3, Episodio 2


Me encontraba en un ánimo extraño, como esclava por más contradictorio que suene, me embargaba una sensación de estar en control de mi, de saber donde estaban mis sentimientos y emociones. Con mi familia no sé donde estoy, me he perdido en la inmensidad de mi casa, de mis deberes y la expectativas que pesan sobre mi.

No sé como he sobrevivido, han pasado algunos meses ya, he vuelto al trabajo, he vuelto a ser la esposa para él y la madre para mi pequeño hijo, me veo como si estuviera en una muy mala obra de teatro en la que la actriz no tuviera idea de que se trata el libreto. Mi esposo me ha notado un tanto distraída y no hace más que preguntarme que me que ocurre, yo contesto con evasivas y sé que él me justifica con el tan usado: "han de ser cosas de mujeres." Me ha propuesto que vayamos de viaje juntos, que dejemos a Samuel con los abuelos. Èl es bueno y trata de ayudar el problema es si quiero ser ayudada.

¡Mi vida está hueca! de mis adentros un grito de angustia, no sé que hacer, no sé que será de mí, pero no puedo seguir así, siento que me consumo en un mar de incertidumbre.

Mis amigas me han visto poco a poco desvanecer mi personalidad, me reprochan que no soy la misma, muchas de ellas piensan que vivo una profunda depresión, pero ni siquiera puedo decir eso, por lo menos eso sería una señal de vida, yo ya no soy, nada de lo que fui en el pasado tiene resonancia en el presente, soy un barco a la deriva. El vacío de mi alma se apodera de mi cuerpo y espiritú, no puedo ver hacia mis adentros porque sólo encuentro un camino obscuro y sinuoso que no tiene final, la luz que alguna vez hubo en mis ojos se ha extinguido, Me disuelvo en un abismo...

Es un hecho, ya no soy nada.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Capítulo 3, Episodio 1


Cerré los ojos y me sumí en una negrura tan espesa que me apartó completamente de lo que ocurría a mi alrededor, mi mente ya no estaba ahí, mi cuerpo gradualmente fue apagándose al dolor, hasta que dejé de sentir, de estar, me entregué a un estado de inconsciencia tan profundo que no advertí el momento en que todo ocurrió. Era poco decir que estaba exhausta, mi cuerpo no encontró más energía para seguir y simplemente deje de estar por no sé cuánto tiempo.

Un violento despertar sacudió mi cuerpo desde sus adentros, a través de una ventana abierta de par en par, la luz del sol vulneraba mis ojos ya acostumbrados a las penumbras, mi cuerpo comenzó a temblar de miedo al darme cuenta que me encontraba recostada en la misma habitación de hotel donde todo había comenzado, miré el entorno; más mi mente se resistía a hilar cualquier pensamiento, me había quedado petrificada, en un sobresalto revisé mi cuerpo para confirmar todos mis temores; ya no tenía un collar puesto, ni grilletes en los tobillos, ni ataduras en mis manos... me encontraba libre y sola (no sé cuál de las dos me aterrorizaba más)

El teléfono nunca sonó, no había una nota con mi nombre en el tocador, con amargura comprendí que todo había terminado. El corazón me dio un vuelco y las lágrimas comenzaron a deslizarse por mi cuello, tanta fue mi tristeza que hubiera deseado morir en ese instante. Volver a la realidad sin duda fue el golpe que más dolió.

Mi tristeza conmigo a cuestas deambulaba por las calles grises de la ciudad a un paso lastimoso, sin rumbo fijo, mis pensamientos, todos, se encontraban dispersos en la nada. Mi cuerpo era un fantasma ajeno al ir y venir de las personas, mis ojos, ciegos, se habían negado a abrirse. De pronto, sin saber de que manera había llegado ahí, me encontré parada de frente a la puerta de entrada de mi casa, había perdido el sentido del tiempo, esforzándome un poco me pude dar cuanta que mi esposo y mi hijo estarían aquí en unos días después de sus vacaciones, ellos llegarán a casa, mis heridas físicas habrán desaparecido, entrarán a casa repartiendo besos y cariños.

El estómago se me revolvió y vomité la poca comida que había probado justo sobre el tapete que anunciaba "bienvenido a casa". No me había dado cuenta lo delgada que estaba hasta que pude ver mis pómulos salientes en el reflejo de la ventana. Esto era más de lo que podía resistir, caí de rodillas y clavé mi cabeza entre mis piernas, volví a llorar al darme cuenta que me encontraba aquí a un paso de un destino que no quería cumplir..

domingo, 9 de marzo de 2008

Capítulo 2, Episodio 4


No me atreví a mirarle a los ojos, mi vida sabía ahora había cambiado, aquella que alguna vez me pensé era hoy es una caricatura, una ilusión, yo era lo que él dispusiera de mi cuerpo, de mi alma. Yo renuncié y lo hice con todo el amor (odio).

Me condujo al gran salón, siguiendo con la decoración de la residencia, era exquisito. Esperaban ahí varios hombres desnudos y enmascarados, sabía que ellos eran sirvientes él, mi amo, me dejo en mano de los enmascarados.

Sentí como mi mundo se desmoronaba ante mis ojos, yo solo lo quería a él, solo quería su tacto, a su aliento sobre mi piel, su fuerza en mis músculos, quería renunciar ante él, quiero entretejer mis manos en su cuello.

Los sirvientes me colocan en una plataforma, no sé que será de mi sin él, amargura y soledad lo que sentía, él se volvió y me dio la espalda mientras los sirvientes me despojaban de mis vestiduras. El sonido de una gran cadena que descendía inundó el espacio, cuando pude reaccionar sentía el frío de las cadenas que ataban mi cuerpo a un arnés manos en la espalda, piernas flexionadas y elevadas, parecía una cabeza de ganado, por lo menos a mi me parecía la figura. La cadena se tensó y comenzó a elevarme. Se detuvo cuando estuve en posición horizontal a la altura del pecho de uno de los sirvientes.

No pude gritar, muy a pesar de que no llevaba mordaza, sin embargo me corrió un frío por la espalda, sabiendo que no podía hacer más que relajarme y estar dispuesta a experimentar lo que mi amo quisiera que experimentara (¿Dolor? ¿Placer? ¿Ambos? ¿Nada?¿Vergüenza?)

El dio media vuelta, lentamente y sin dejarme de ver a los ojos subió la plataforma, todo para darme una bofetada y recordarme que yo no podía verle a los ojos, él era tan bello, que mis ojos no podían dejar de verlo, aún sabiendo lo que me tocaría por mi atrevimiento.

Chasqueó los dedos y un sirviente le traería una charola llena de utensilios que me temía serían usados en mí. Se acercó a mi oído y me dijo con su pesado acento: - Te voy a hacer experimentar el placer al límite de tus fuerzas. Eso me lo tendrás que agradecer. Sabes que te amo.

Inmóvil no sólo por mis ataduras, sino por sus palabras, sentí como él deslizó su mano por uno de mis pechos apresando mi pezón entre sus dedos, esto hizo que se me escapara un gemido, mismo que fue callado con dulzura de su parte al acercarme sus labios a mi boca y hacer el sonido de sshhhh sin tocarme. El sirviente le acercó las pinzas para mis pezones, éstas estaban conectadas por una delgada cadena. Me puso una y el dolor me hizo que me zumbaran los oídos, para la segunda ya no podía oír nada. La mordaza me dio un poco de alivio al poder morder algo en reacción.

Cuando estuve preparada, él de nuevo me dio la vuelta y los sirvientes descargaron su furia y frustración en mi cuerpo…

Foto: Ken Marcus (2004)