martes, 6 de mayo de 2008

Nací el día en el que te conocí


Nací el día en el que te conocí,
madrugada tersa de espinas,
respiraba con el aire dividido por las nubes.

Amaneciste en mi piel de oveja tierna,
diste sentido a lo que llevaba en el cofre del corazón.

Los perros aullaron lamentándose de mi destino.

Desperté en bocanadas de olas inmensas,
capaz de mantenerme a flote,
has abierto puertas y ventanas de mi cuerpo;
en ese entonces sumergido por el ansia.

Abrigada en tu sombra crecí con la caricia de tu voz.

Queda de por demás decir que fui-soy-seré feliz
oliendo tu deseo de animal hambriento.

La carne desde entonces se estremece al pensarte,
lo has visto con tus propios ojos de luna,
mis alas se expandieron deseando convertirse en las de Ícaro,
me transformo como cualquier otra criatura terrestre,
sin embargo no pertenezco,
soy de las sombras,
soy de la cálida niebla que cae en tus mejillas.

¿Te preguntas por mí?
cuando lo único que puedo hacer es mirar los líquidos fluir,
ante mis ojos te conviertes en aquel,
quién, desde el principio de los tiempos he amado.

Reviento de adentro hacia adentro,
te sueño internado en mis entrañas,
sabiendo que no hay camino de regreso,
sin embargo, en cuanto más me entrego,
te siento dar pasos hacia atrás,
¿que acaso no tienes responsabilidad?,
¿qué acaso el amo deja morir de hambre a su esclavo?

Tal parece que eso es mi destino;
morir de hambre,
morir por el deseo de tu tacto,
que lo llevo clavado en la psique.

Nací con tu dolor en el corazón,
nací con tu mirada tatuada en los poros,
desde el principio de la historia,
desde que fui espora, desde que fui semilla soy para ti,
navego a la deriva,
sin que el viento se compadezca de mi obscuro camino,
esto es el tiempo,
este es el espacio en el que grito tu nombre en mar abierto,
ahora puedo ver,
ahora puedo sentir,
ahora mi cuerpo se llena de aquello a lo que los mortales llaman dolor,
es fácil decirlo,
más aún, sufrirlo en carne viva.

Ahora has abierto tus manos,
me has dejado libre,
sin saber cazar para proveerme,
¿Qué no sabes que mi único alimento viene de tu boca?,
no me importa que este día hayas dicho lo contrario.

Al final no hay final
y daremos vueltas eternamente en el laberinto del deseo,
aunque no lo quieras oír,
me lo han dicho los dioses;
ellos que se visten de oro y turquesa,
ellos que llevan caracoles en los pezones

3 comentarios:

Dinora dijo...

También sufren por amor los que no son de este mundo…

¿Que esperanza queda?

Saludos con ojos de luna..

Gittana dijo...

nacer para morir en el amor... para vivir para el dolor de amar etternamente...

El Hombre de la Baraja de la Derrota dijo...

la vida es una herida absurda